Los Pilares de la Fe ASD de la Creacion 2/4

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Naraiel
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Los Pilares de la Fe ASD de la Creacion 2/4

Postby Naraiel » June 15th, 2012, 1:11 pm

La Biblia incluye un verso que dice: "Todo aquel que es nacido de Dios, no comete pecado, porque Su simiente está en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios" (1 Juan 3:9)

Esta es una declaración clave para la Iglesia Adventista del Séptimo día de la Creación, una verdad que se menciona en gran parte de nuestros estudios, sobre varios temas. La razón por la que aparece tan a menudo en nuestros estudios se debe a que es una de las declaraciones más claras que existen sobre el poder del Evangelio en el Nuevo Testamento, y está redactado de manera directa y sencilla sin parábola, ni lenguaje poético o terminología vaga. Es una doctrina directa.

La comprensión del contexto de la declaración de Juan, aunque no es vital para recibir su significado directo, no obstante, es útil para poder apreciar cuán importante lo es para esta generación. La primera epístola de Juan fue escrita a una comunidad de cristianos que estaban siendo influenciados por ideas y enseñanzas Gnósticas. Esencialmente, esta forma de Gnosticismo sostenía que uno era “salvo en el espíritu.” Y aunque uno podría ser salvo, la carne podía continuar cometiendo o cometería actos pecaminosos. De acuerdo a la teología Gnóstica cualquier cosa que sea material (como la carne) es irremediablemente mala, y por lo tanto no podemos esperar vivir sin pecado. Simplemente debemos esperar la muerte, o alguna otra transformación, antes de que podamos entrar a nuestro estado “espiritual” y finalmente ser libres de la transgresión.

Esta es la razón por la que Juan nos dice estas dos cosas:

1) “En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne no es de Dios; y éste es el espíritu del anticristo, del cual vosotros habéis oído que ha de venir, y que ahora ya está en el mundo.” (1John 4:2, 3)

Una de las creencias del Gnosticismo expresa que Jesús fue un espíritu incluso cuando estaba en la tierra, y que Sus experiencias, aun Sus sufrimientos en la cruz, no fueron más que una ilusión diseñada para enseñarnos “lecciones espirituales.” Pero Juan dice, “No…Jesús verdaderamente estuvo aquí, como un hombre, y sufrió y murió en la carne por nosotros.”

2) “El que dice: Yo le conozco y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado en él; por esto sabemos que estamos en Él. El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo.” (1 Juan 2:4-6)

Aunque es cierta en un sentido general, la declaración No. 2 fue escrita para dirigirse específicamente a ciertos errores del Gnosticismo, es decir, que aunque somos “salvos,” la carne continua inclinándonos hacia el pecado, y algunos estaban diciendo, “Soy salvo, moro en Cristo,” pero continuaban pecando en sus vidas, y públicamente daban testimonio de esto.

Si esto le suena un poco familiar, desafortunadamente, es porque lo es. Sombras de esta enseñanza están presentes ahora en el “Cristianismo” de la teología moderna. El Cristianismo moderno enseña, de hecho, que uno puede ser “salvo” y aun así seguir continuando en pecado. Algunas Iglesias llevan esto más allá, y proclaman que una vez salvos, estamos “siempre salvos” a pesar de lo que hagamos con nuestras vidas de ahí en adelante. Hay una semblanza de verdad en esto porque ni la salvación ni la condenación consisten de “obras,” no obstante, si alguien MORA en Cristo, la Palabra nos enseña que nuestras obras darán testimonio de esa presencia.

Nosotros tomamos la declaración de Juan literalmente, que si Cristo mora en nosotros entonces se convierte en una imposibilidad práctica el cometer actos pecaminosos. Creemos y testificamos que esta es nuestra experiencia, que una vez que “nacemos de nuevo,” no cometemos - en ningún momento – pecados (conocidos) voluntariamente. Además, nuestro mismísimo carácter es transformado a uno semejante al de Cristo, por lo que rechazamos cualquier pecado que venga hacia nosotros (por medio de alguna tentación), aun aquellos que descubrimos en nuestro propio carácter por medio de la exanimación. De esta manera, nos vamos santificando cada vez mas mientras crecemos en gracia y en conocimiento.

El Evangelio tampoco consiste en la “carne santa”. No declara que una vez hayamos nacido de nuevo inmediatamente somos expertos sobre la justicia (de Dios) para nunca volver a errar nuevamente. Necesitamos ser muy cuidadosos al explicar esto cuidadosamente, porque muchos han comprendido erróneamente lo que las Escrituras dicen (y por lo tanto, lo que nosotros decimos) sobre este asunto. El profeta Isaías nos dice, “Aprended a hacer el bien; buscad juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta; si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.” (Isa 1:17-18)

Este es el patrón: Nosotros “cesamos” de hacer el mal. Ese es un acto, una decisión y un evento. Después, debemos “aprender” a hacer el bien. Este es un proceso, una experiencia de aprendizaje que nos santifica.

El Evangelio tiene esta parábola, “Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin saber él cómo. Porque de suyo fructifica la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga. Y cuando ha dado el fruto, en seguida se mete la hoz, porque la siega es llegada.” (Marcos 4:26-29)

El que planta “no sabe como” la semilla crece. Como está escrito, “Conozco, oh Yahweh, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina el ordenar sus pasos.”(Jer 10:23)
Es Yahweh quien dirige el curso del crecimiento, y para poder experimentar victoria debemos entrar en un estado de “reposo” espiritual (como Cristo le ha prometido a todos los que se alleguen a Él) Pero note los pasos: primero la hierba, luego la espiga, después el grano lleno en la espiga. La “cosecha” no llega hasta que la planta este madura, pero la madurez no es la única medida de calidad. Aun las más jóvenes de las plantas, aquellas demasiado jóvenes para dar fruto, no obstante, son “perfectas” en su nivel de crecimiento. La planta se vuelve más madura, pero nunca se vuelve “mejor,” o una mejor planta de su tipo.

La santificación es una experiencia de maduración que requiere toda una vida en la experimentación de la justicia de Yahweh, y de ir remplazando nuestros rasgos cultivados y heredados del carácter carnal con los rasgos del carácter perfecto y espiritual de Cristo – mientras continuamos residiendo en carne pecaminosa (con tendencias al pecado).

Ahora bien, ¿Qué significa esto? Esto no significa que continuamos en pecado. Significa que continuaremos siendo tentados porque la Palabra nos dice que es aquí donde Satanás se nos acerca – por medio de los sentidos carnales del ser natural. (Rom 7:25) Pero Pablo nos dice con toda certeza, “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? ¡En ninguna manera! Porque los que somos muertos al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados con Él en la muerte por el bautismo; para que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. Porque si fuimos plantados juntamente con Él en la semejanza de su muerte, también lo seremos en la semejanza de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con Él, para que el cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado porque el que ha muerto, libre ha sido del pecado. (Rom 6:1-7)

La carne continuara tentándonos pero “así también vosotros consideraos en verdad muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, para que le obedezcáis en sus concupiscencias.” (Rom 6:11-12)

Algunos han comprendido erróneamente el testimonio de Pablo en Romanos 7, cuando él escribe, “Hallo, pues, esta ley, que cuando quiero hacer el bien, el mal está en mí. Porque según el hombre interior me deleito en la ley de Dios; más veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios por Jesucristo nuestro Señor: Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios; mas con la carne a la ley del pecado.” (Rom 7:21-25)

Algunos han visto, en este pasaje, una justificación para llegar a creer que podemos ser espiritualmente salvos (es decir, salvos en el hombre interior) y aun así ser pecaminosos exteriormente (viviendo en “el cuerpo de esta muerte”). De hecho, consideran que Pablo le esta agradeciendo a Dios por estar interiormente salvo a pesar de continuar pecando exteriormente.

Por supuesto, este entendimiento contradice la supuesta declaración sin sentido de Juan que dice
“Todo aquel que permanece en Él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia, es justo, como también Él es justo. El que hace pecado, es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.” (1 Juan 3:6-8)

Desafortunadamente, hay muchos que intentan sostener ambas posiciones como igualmente verdaderas, y esto establece un malísimo precedente a estas personas en sus mentes. Sin embargo, la verdad es que no necesitamos ver ninguna disonancia entre las declaraciones de Pablo y las de Juan. Las declaraciones de Pablo solo necesitan ser puestas en su contexto adecuado. Hay dos versos “que enmarcan” las declaraciones de Pablo – uno esta antes y el otro está después – los cuales revelan muy claramente lo que Pablo está diciendo realmente.

La primera declaración se encuentra en los versículos cinco y seis del capítulo 7, que leen así, “Porque cuando estábamos en la carne, la influencia del pecado, que era por la ley, obraba en nuestros miembros llevando fruto para muerte; pero ahora somos libres de la ley, habiendo muerto a lo que nos tenía sujetos, para que sirvamos en novedad de espíritu, y no en lo antiguo de la letra.

Pablo establece aquí un periodo de tiempo, al explicarle al lector que nosotros, al igual que Pablo, estábamos sujetos a la ley del pecado y de la muerte “cuando estábamos en la carne.” Este es tiempo pasado pero mientras va leyendo el resto del capítulo, usted descubrirá que Pablo cambia del pasado al tiempo presente sin problema alguno cuando describe lo que experimenta “en su carne”. Cuando Pablo pregunta, “¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” el no está haciendo la pregunta en el presente (en el tiempo cuando escribió la epístola) sino en aquel periodo de tiempo establecido desde el principio del capítulo. Como Pablo dice era cuando estábamos en la carne que dábamos fruto “para muerte.”

Esto es confirmado más adelante en la transición del capítulo 7 al 8. Muchas gente lee el capitulo 7 hasta el versículo 25 y paran, pensando que la idea está completa. Sin embargo, debe tomarse en cuenta que los capítulos y los versículos fueron añadidos tiempo después como meras construcciones artificiales que nos ayudan a buscar pasajes con facilidad y memorizar las Escrituras. Leyendo un poco más adelante del “final” vemos a Pablo diciendo, “¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios por Jesucristo nuestro Señor: Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios; mas con la carne a la ley del pecado. Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Rom 7:24-25; 8:1)

He enfatizado dos porciones de ese pasaje. El primero es el término “ahora”, el cual no es un mero dispositivo para captar la atención del lector, como lo es comúnmente en la prosa inglesa. De hecho, el termino significa, “En este tiempo presente.” Pablo esta activamente dirigiendo la atención del lector de regreso a su condición presente, después de haber explicado lo que el sacrificio de Cristo había destruido realmente.

En la segunda declaración, Pablo habla de los pecados cometidos cuando estaba en la carne, pero él dice que “ahora,” en el tiempo presente, no hay condenación para aquellos que no caminan de acuerdo a esta carne pecaminosa. La carne pecaminosa es una realidad presente pero sus inclinaciones no son obedecidas porque la mente (que controla las acciones) esta fija en Cristo.

Pablo no habla, en ninguna parte de las Escrituras, sobre cometer pecados posteriormente a su conversión. Aun cuando se auto-denominaba “el primero de los pecadores” en 1 Timoteo 1:15, lo decía en referencia a sus acciones pasadas, antes de ser un Cristiano, “habiendo sido antes blasfemo, y perseguidor e injuriador; mas obtuve misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad.” (verso 13)

Por lo tanto, vemos (y no debería ser sorpresa alguna) que no existe conflicto alguno entre Pablo y Juan. Ambos declaran que las tentaciones vienen a nosotros por medio de la carne. Ambos declararan que es la mente la que esta convertida a la justicia, y no el cuerpo. Ambos declaran que debemos dar por hecho estar “muertos” a la carne pecaminosa, y de esta manera evitar cometer pecados conocidos. Ambos declaran que la vida del creyente posteriormente a esta “muerte al yo” es una vida de justicia, libre de condenación y de pecado.

El primer ángel de los tres ángeles que fueron introducidos en la publicación anterior, aquel que lleva el Evangelio Eterno en Apocalipsis 14, nos dice, “Temed a Dios, y dadle gloria; porque la hora de Su juicio ha venido; y adorad a Aquél que hizo el cielo y la tierra, y el mar y las fuentes de las aguas.” (Apoc 14:7)

¿Qué tiene que ver esto con la victoria sobre el pecado? Mucho, y de dos formas separadas. La primera es que la única manera de “regocijarnos” por la llegada del juicio es desear ver al pecado completamente aniquilado para siempre en la creación. Si nosotros mismos somos pecaminosos, estaríamos deseando nuestra propia destrucción, y nuestra reacción y respuesta solo sería una de miedo, en lugar de una reacción de temor y de gloria en su balance apropiado.

La segunda, y la más directa de las Escrituras, es que el ángel le instruye a la humanidad hacer algo completamente imposible – si los recibidores de este mensaje aun permanecen “muertos en transgresiones y pecados.” (Efesios 2:1, cf. Col 2:13)

Leemos, “He aquí amargura grande me sobrevino en la paz; pero por amor a mi alma tú la libraste del hoyo de corrupción; porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados. Porque el sepulcro no te exaltará, ni te alabará la muerte; ni los que descienden a la fosa esperarán tu verdad. El que vive, el que vive, éste te alabará, como yo hoy: El padre dará a conocer tu verdad a sus hijos.”(Isa 38:17-19)

Este pasaje se aplica tanto a la muerte física (porque el orador, el Rey Ezequiel, se le otorgaron 15 años mas de vida debido a su arrepentimiento) como a la muerte spiritual. Obviamente, aquellos que están físicamente muertos no pueden adorar a Yahweh pero aquellos que están espiritualmente muertos, permaneciendo en pecado, tampoco pueden adorar al Creador. Ciertamente pueden expresar oraciones y dar adoraciones de alabanza; pero “¿para qué me sirven a mí, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Harto estoy de holocaustos de carneros, y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí, para hollar mis atrios?

Los Israelitas, de ese tiempo, estaban haciendo todas las “cosas” que su religión requería de ellos, pero debido a que no están limpios de corazón y de espíritu, sus sacrificios, oraciones y expresiones de adoración no fueron aceptados ante el Padre. Es cuando “despertamos para justicia, y no pecamos” (1 Cor 15:34) que este ángel del Evangelio Eterno puede ser obedecido.

Hay muchos que tratan de luchar con las Escrituras, intentando demostrar que en algún lugar las enseñanzas de Cristo y Sus mensajeros permitían la presencia de pecados conocidos y deliberados en las vidas de aquellos que nacían de nuevo. Al hacer esto, estos individuos se causan un gran daño a sí mismos y a otros. ¿Por qué no aceptar y creer en las promesas tal como están escritas? ¿Por qué no creer que verdaderamente podemos hacer TODAS las cosas en Cristo Jesús que nos fortalece? ¿Por qué no creer que es el deseo de Dios para nosotros el que PERMANEZCAMOS libres del pecado, y que El ha prometido ejercer Su infinito poder a favor nuestro para que sea una realidad? “El es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de Su gloria con gran alegría.” (Judas 1:24) y además, El te ha prometido que El lo hará si tú crees y lo aceptas.

La aceptación de esta promesa, y de estos pasajes, es la victoria sobre el pecado. Es un pilar de la fe Adventista del Séptimo día de la Creación. Es una aceptación infantil de la verdad: de que si Yahweh ha dicho algo, El fielmente lo cumplirá – y de una forma más majestuosa a (nunca menor) a las expectativas que tenemos de Él. Es por lo tanto nuestro deber, y nuestro privilegio, esperar lo mejor y lo más grandioso de nuestro Padre Celestial.




David Aguilar

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